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2022 se está convirtiendo en un año fatídico para nuestro medio ambiente. Resulta muy normal que cada vez más gente sufra de ecoansiedad o solastalgia, ya que el cambio climático cada vez es más evidente y a la vez, irreversible. Nos encontramos ante una situación de emergencia que nos incube a todos. O hacemos algo o nos quedamos sin mundo. Y es muy complicado encontrar otro...
¿Tú qué opinas?
Los datos son alarmantes para todo el mundo. Se puede decir que en 2022, cada país o región ha recibido señales de alerta por parte del medioambiente. Seguramente nos quiere decir que ya no aguanta más y que el cambio climático ha subido de velocidad.
¿De qué estamos hablando? ¡Sigue leyendo!
Europa atraviesa uno de sus peores momentos. A la Guerra entre Ucrania y Rusia se le une una de las mayores sequías de la historia. Y es que, según la Unión Europa, un 47 % del territorio europeo está en una situación preocupante porque las lluvias han sido menores de lo habitual. Por otro lado, un 17 % está en alerta.
Este comunicado tiene una fácil traducción: el 64 % de Europa se encuentra en una situación de alerta por la sequía, lo que puede tener graves consecuencias viendo la crisis energética que atraviesa el mundo entero.
Esta situación de emergencia hace que se reduzcan los cultivos de verano, además de que también afecta a la generación hidroeléctrica y a los sistemas de transporte fluviales. En definitiva, afecta a todo el modelo productivo de un país.
Alrededor de 340 millones de personas se encuentran en riesgo de sequía, lo que nos deja un panorama desolador. Por otro lado, los países más afectados serían Eslovenia, Luxemburgo, Croacia, Bélgica, Suiza y Bosnia.
Cuando comentamos que es una situación alarmante en todo el mundo es porque no se escapa ni el rincón más remoto. China ha vivido su verano más caluroso de 1961, con una temperatura media de 22,3 grados.
Durante 14 días, el promedio de temperatura superó los 35 grados. Este mismo aspecto en 1961 llegó a los 8 días, marcando una diferencia brutal con los datos actuales. Y es que, en temas de medioambiente, se han batido récords en todo el mundo.
En China, las altas temperaturas se han traducido en bajas precipitaciones, lo que ha provocado una sequía demoledora para la agricultura. Hectáreas y hectáreas de tierras de cultivo que han quedado gravemente dañadas por la sequía.
España ha sufrido numerosos incendios a lo largo del verano. Desde el primer gran incendio que se declaró en Pujerra, en Málaga hasta el de Consuegra en Toledo, que arrasó 184 hectáreas.
La gravedad de la situación es tan alta que el Sistema de Información Europeo de Incendios Forestales (EFFIS) nos indica que el fuego ha arrasado con más de 300.000 hectáreas de España. En efecto, todo se ha producido después de 417 incendios desde el 1 enero. Casi nada.
No hay ningún año similar al que estamos atravesando. En 2012 se quemaron unas 190.000 hectáreas, siendo el año más cercano a 2022 en cuanto a superficie quemada. En relación al número de incendios, tan solo 2019 se le acerca con un total de 320, muy lejos de los 417 del presente ejercicio.
Miles de cultivos, casas y ganaderías engullidas por un fuego atroz y terrible. Al fuego que ha invadido España se le une una fuerte sequía, ya que los embalses se encuentran muy por debajo de cómo se suelen encontrar por estas fechas. Una mala noticia, no solo para los agricultores, si no para toda la población.
Cualquier persona que encienda el televisor y día tras día vea cómo el mundo se va deteriorando poco a poco, puede atravesar una situación complicada a nivel mental. Y es lo más normal del mundo, ya que continuamente vemos como se destroza el medioambiente.
Ese trastorno mental no es ninguna tontería, puesto que tiene un nombre. La ecoansiedad es esa preocupación elevada por la emergencia climática. Se trata de un miedo tremendo al observar el impacto del cambio climático, además de sentir pánico al pensar en una catástrofe medioambiental.
Por otro lado, la solastalgia es ese trastorno que inunda a las personas que ya han sufrido las consecuencias de un desastre natural. Personas que han vivido de cerca un incendio, la erupción de un volcán o la llegada de un huracán terrible. Por ello, pueden sufrir cuadros de estrés o depresión.
Aunque ninguno de estos dos conceptos está reconocido como enfermedad, la realidad es que cada vez más personas reconocen sentirse afectadas por el cambio climático. Pueden experimentar cambios a nivel físico, abusar de sustancias, incrementar su violencia o su inestabilidad a nivel social.
Como cualquier otro trastorno, se pueden llevar a cabo diferentes acciones para minimizar sus efectos y regular las emociones que nos invaden. Desarrollar una resiliencia es clave, ¿pero cómo se hace? A continuación te traemos una serie de consejos:
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